El viaje hacia la experiencia

Por José Marcelo Ruiz

La lectura de un libro nos enseña siempre, porque nos vemos reflejados en sus personajes. Sobre todo, si es una gran obra, consigue acompañarnos en nuestra soledad; gracias al diálogo íntimo que surge, y que es provocada por los acontecimientos que viven sus protagonistas. Ésta ha sido la necesidad de Isidoro Corrales al escribir la obra La gran mordida, de la que es autor y protagonista, trasmitirnos su experiencia vivida, lo hace con realismo, con valentía y desnudando sus sentimientos; razón por lo que logra ese diálogo íntimo con el lector.

No está escrita como una novela clásica, porque aquí no se describen personajes buenos ni malos. No hay héroes, ni tampoco cobardes. No se narra historia alguna imaginada. Ni siquiera es una novela de viaje al uso, porque el protagonista no realiza su viaje por placer, sino por necesidad. Los personajes y los sucesos que se narran están escritos en primera persona, tal como lo vivió el protagonista. Su única motivación era su espíritu aventurero, que  le conduce a derribar fronteras.

    Lo que, aparentemente, podía haber sido un viaje de ida y vuelta, se convierte en vivir una experiencia. En la cual el «yo» personal del protagonista está presente siempre, como Ulises en su Odisea. Pero a diferencia del héroe griego, aquí no se buscan ni se narran heroicidades, sólo acontece  la vida con sus riesgos, penalidades, confrontaciones y también momentos alegres. Que les hace estar siempre alerta ante las sorpresas que le da la vida.

    Isidoro Corrales es extremeño, nació en Conquista de la Sierra, municipio de Cáceres, y es paisano de Hernán Cortés. Como el insigne conquistador, él decide, cinco siglos después, ir al continente americano. No tiene experiencia previa. No va a conquistar nada. Pretende conocer la lengua y la cultura estadounidense. Esta inquietud será su reto para construirse un futuro. Pero tropezará con la realidad del presente, será preso de sus adversidades;  sobreviviendo en una gran capital como Washington D.C. Esa sería la sinopsis de esta obra, el resumen de su historia. Pero sería una pobre descripción, tanto en contenido como en expresión y motivación. Porque me olvidaría de lo que supone este viaje para la experiencia del protagonista, donde la cuestión vital de supervivencia, el coraje y ese espíritu luchador está presente.  Éstas son cualidades que le convierte, día a día, en un ser humano sensible con el paisaje humano que le rodea y el paisaje urbano que habita. De cuyo paisaje nos muestra sus tribulaciones y sus emociones; haciéndonos partícipes de ellas.

    Su «yo» personal vive el presente, sin pretensión alguna de futuro prometedor. Sólo pretende sobrevivir en un hábitat desconocido, al que se va adaptando. El protagonista no conquista nada, es conquistado por su cultura.

    Isidoro Corrales no sólo nos describe sus vivencias, además nos hace sentir una experiencia vital. En la cual he sentido cómo todos somos habitantes del planeta Tierra y ciudadanos del universo. Que las fronteras están para derribarlas. Te invito a acompañar al autor en ese viaje hacia la experiencia y «dar la gran mordida». Que de algún modo será tu propio viaje, por cuánto aprenderás de él y de su lectura.

José Marcelo Ruiz

Este artículo se ha publicado en la prensa escrita NOTICIAS 24 (Comarca de la Axarquía), el viernes, 6 de mayo de 2023. Mi agradecimiento personal al director del medio D. Francisco Gálvez por su interés por los temas de cultura, de opinión y pensamiento.

La guerra, una estupidez

Por José Marcelo Ruiz

Cuando vemos la guerra como una acción violenta y destructiva, pensamos en los que la están padeciendo directamente, y procuramos sentir empatía por la gravedad de la situación. Pero, en toda guerra siempre hay dos frentes, lo triste es elegir y estar a favor de uno de ellos (en ese caso no podemos decir que veamos objetivamente esa guerra). Porque, al actuar con tal comportamiento, estamos justificando la guerra de alguna manera. Lo más coherente sería reflexionar sobre el comportamiento del ser humano y analizar los porqués de sus actos. Ello nos llevaría a un autoanálisis de cómo actuamos: con soberbia, con ambición, con prejuicios; somos envidiosos, posesivos, intolerantes…  Esto demostraría la estupidez humana de la que es producto la guerra; siendo esa estupidez la que debemos criticar y rechazar.

  Desde la antigüedad los grandes imperios solían crearse mediante la conquista violenta, y las guerras contribuían al poder político y económico del país conquistador. En el presente siglo XXI las guerras suponen una gran amenaza para la economía  internacional. Por ejemplo, China, que es una gran potencia, evita todo conflicto armado desde su conflicto con Vietnam en 1979, y debe su ascenso a factores estrictamente económicos.

  Ejemplo de preocupación es la nueva invasión de Rusia en Ucrania en febrero de 2022, que ha motivado una guerra, y cuyo precedente ocurrió en febrero de 2014, cuando las fuerzas rusas invadieron la vecina Ucrania y ocuparon Crimea, que quedo anexionada a Rusia. La conquista se logró porque no hubo ninguna resistencia por el ejército ucraniano, y las potencias se abstuvieron de intervenir  en la crisis. Pero en esta ocasión el enfrentamiento se está desarrollando con actuaciones como el bloqueo económico de Estados Unidos y Europa a Rusia, y la intervención de la OTAN con apoyo armamentístico. Por otra parte, se mantienen a la expectativa las demás potencias, como China, más preocupada por mantener su economía, y seguir siendo una gran potencia internacional. Razón para preguntarse si la invasión de Rusia en Ucrania es sólo un tanteo para enfrentar a los grandes bloques económicos existentes; cuyas diferencias son ideológicas: los nacionalismos autoritarios que se oponen a bloques de economía de liberalismo global. 

Es evidente que ha cambiado la naturaleza de la economía en el presente siglo XXI, que es global. Y si en el pasado los activos económicos eran materiales; pero, en la actualidad, la economía se basa en el conocimiento técnico e institucional. Esto es motivo para que las guerras no tengan sentido, porque el conocimiento no se conquista mediante la guerra. Y otra razón  de peso, a ese sin sentido, es el peligro de utilizar las armas nucleares que convierte una guerra mundial en un suicidio colectivo. Por desgracia, no hay garantía de paz, porque jamás podemos subestimar la estupidez humana. La locura de producirse una nueva guerra mundial siempre está presente. Ante el miedo, los países asumen que es inevitable; refuerzan sus ejércitos; y se embarcan en una espiral de carreras armamentistas.

Un remedio potencial para la estupidez humana es una dosis de humildad; evitando las tensiones nacionales, religiosas y culturales que empeoran la convivencia. Apostando por un mundo global, pero sin fronteras.

José Marcelo Ruiz

Este artículo se ha publicado en la prensa escrita NOTICIAS 24 (Comarca de la Axarquía), el viernes, 12 de mayo de 2023. Mi agradecimiento personal al director del medio por su interés por los temas de cultura, de opinión y pensamiento.

El pretexto de la economía

Por José Marcelo Ruiz

El crecimiento económico necesita de energía y materias primas, y estas son finitas. Cuando se agoten, si es que lo hacen, el sistema entra en crisis. Pero, cada vez que ha habido amenaza de escasez, las inversiones a las investigaciones científicas y tecnológicas han favorecido la explotación de los recursos existentes; descubriendo nuevas  energías y materiales.

  La historia humana, en cuanto a la explotación de recursos y de nuevas energías, ha estado dominada por dos tipos de ciclos: el ciclo de crecimiento de las plantas y el ciclo de la energía solar. Pero ha sido la revolución industrial la que ha demostrado que no hay límite para la explotación de los recursos, ni  para obtener todo tipo de energías; produciéndose una combinación de energías y de materias primas baratas y abundantes. El resultado ha sido una explosión de productividad. Esa explosión se produjo primero, y sobre todo, en la agricultura. La revolución industrial fue, por encima de todo, la segunda revolución agrícola. Todo se ha mecanizado.

¿Por qué hay tanta gente preocupada porque se nos pueda agotar la energía? ¿Por qué nos advierten del desastre si agotamos todos los combustibles fósiles disponibles? La cantidad de energía almacenada en todos los combustibles fósiles de la tierra es insignificante si se compara con la que cada día dispensa el sol, y de forma gratuita. Es evidente que en el planeta Tierra no carecemos de energía. Pero las circunstancias exigen otros planteamientos, y, por lo tanto, hacerse otro tipo de preguntas: ¿Se han usado bien los recursos para obtener energía? ¿Qué problemas han ocasionado? ¿Cuáles han sido las finalidades del uso energético?

    Si queremos encontrar respuestas, primero, hemos de hacer un análisis de conciencia, y responder sobre nuestro comportamiento en ese pasado ya vivido, y que no tiene vuelta atrás. Si lo vemos desde la perspectiva de la productividad y del crecimiento económico, y de una vida cómoda y consumista; entonces hemos cumplido con el objetivo. Pero, si la mirada la ponemos en el futuro, en  la sostenibilidad de nuestro planeta Tierra, y en el mantenimiento de una calidad de vida; ante este planteamiento, tendremos que detenernos en el presente, y cuestionarnos qué errores se han cometido y se están cometiendo. Nos encontramos con la evidencia de problemas como el calentamiento global, y la falta de ética en la producción. Ejemplos de esa falta de ética son las macrogranjas: explotaciones ganaderas intensivas en naves industriales, donde se da una  gran densidad de población de animales hacinados de gallinas ponedoras, de cerdos, vacas… Industria que se opone a la ganadería extensiva tradicional, donde los animales salen al campo y pastan con libertad. Es paradójico que el ‘Homo Sapiens’, actualmente, sea elevado como una especie divina por religiones humanistas. Sin embargo, es cruel ver como los animales de granjas dejan de verse como criaturas vivas que  sienten dolor y angustia; y son tan mal tratados. Seleccionados en ruedas industriales, y reproducidos en masa. El hábitat es un espacio muy reducido. Esto conlleva una mala calidad de los alimentos; el abandono de la vida rural tradicional; y problemas ambientales. ¡Paradoja triste, inhumana de la vida!

 José Marcelo Ruiz 

Este artículo se ha publicado en la prensa escrita NOTICIAS 24 (Comarca de la Axarquía), el viernes, 28 de abril de 2023. Mi agradecimiento personal al director del medio D. Francisco Gálvez por su interés por los temas de cultura, de opinión y pensamiento.