Miguel Hernández: Las tres heridas

Por José Marcelo Ruiz

Para hablar de un poeta como Miguel Hernández no basta con leer su biografía, exige, además, conocer sus obras, sentir su poesía y comprobar cómo trasciende en el tiempo. Tuve la suerte y el acierto de adquirir la segunda edición de su obra poética completa, la cual se publicó en España, editada por ZERO S.A. en 1977, porque la primera edición se publicó en Argentina. Os confieso que en esos años de convulsión y transición política era estudiante de Magisterio en la Universidad de Málaga, el libro lo pude comprar gracias al dinero que cobré pegando carteles en las primeras elecciones democráticas de 1977. La aparición de su obra supuso para mí un motivo emocional, porque suponía luchar por el cambio: la ruptura de la dictadura e iniciar un tiempo nuevo, la democracia.

La lectura de su obra influyó tanto en mi pensamiento que supuso un despertar en lo poético. Ello me condujo a conocer su vida. Pero lo más importante era profundizar en su poesía, releyendo y estudiando sus poemas. Porque Miguel Hernández es ejemplo de cómo se hace el poeta y de compromiso con la poesía. En la dedicatoria que hace a Vicente Aleixandre en su libro Viento del Pueblo, así lo expresa:

«Vicente: A nosotros, que hemos nacido poetas entre todos los hombres, nos ha hecho poetas la vida junto a todos los hombres. Nosotros venimos brotando del manantial de las guitarras acogidas por el pueblo, y cada poeta que muere deja en manos de otro, como una herencia, un instrumento que viene rodando de la eternidad de la nada a nuestro corazón esparcido”. (Hernández, 1937)

El latido de su poesía es el de un corazón herido que sangra por tres heridas: la del amor, la de la muerte, y la de la vida. La del amor que leemos en su poemario Cancionero y romancero de ausencias. La de la muerte que expresa en su poemario Viento del pueblo, con la presencia de la guerra. Y la de la vida que es la herida de la injusticia social y de la falta de libertad. Una herida tan profundamente abierta en su pecho, que le llevó al presidio y a la muerte. En este sentido, Miguel Hernández se nos muestra no sólo como un ejemplo de poeta, sino también de hombre.

Ese amor que padece ante la ausencia de sus seres queridos, como fue la muerte de su primer hijo (“Corazón que en el tamaño/ de un día se abre y se cierra. / La flor nunca cumple un año / lo cumple bajo tierra”),o la de su amigo Ramón Sijé y su elegía son ejemplos de ello.

El tema de la soledad desgarradora y la herida de la vida es consecuencia también de esa actitud en la que el ‘hombre devora al hombre’, lo vemos expresado en el poema Eterna sombra. Cuando Miguel Hernández es encarcelado, el poeta se siente él mismo una cárcel en medio de “una gran soledad de rugidos” al verse precipitado en la tiniebla impuesta e injusta. “Soy una abierta ventana que escucha, por donde ver tenebrosa la vida. / Si por un rayo de sol nadie lucha / nunca ha de verse la sombra vencida”. Este poema pertenece a sus últimos poemas finales -sin clasificar en ningún libro- que escribe en las cárceles. Su poesía alcanza un punto culminante, su mundo poético era vasto y profundo, Su lenguaje es rico, sugeridor y comunicativo. Es una poesía de grave acento humano y de entrañable autenticidad.

Su primer libro Perito en luna es un poemario que surge de sus lecturas y es consecuencia de su formación literaria y humanística. De Góngora y autores del barroco, de quienes coge el hipérbaton y la métrica; y a ellos se une la lectura de los poetas alicantinos de la época y, además, el contacto con la generación 27. Toma lo más vanguardista de Rafael Alberti, de Gerardo Diego, de Jorge Guillén… De Gabriel Miró toma la estética preciosista. La poesía de este libro es una transmutación de la realidad, haciendo una acumulación de metáforas que consigue ir de lo concreto a lo abstracto, creando acertijos poéticos; así lo denominó Gerardo Diego. Es bucólico y con una calidad descriptiva paisajística extraordinaria. “Hay un constante estío de ceniza/ para curtir la luna de la era, […] ¡Oh, tú, perito en lunas: que yo sepa /qué es de mejor sabor y sepa!”.

 El libro El rayo que no cesa es un poemario donde asimila y supera las contradicciones del barroco, ha comprendido la concepción cósmica. Parte de la fuerza amorosa lírica de Vicente Aleixandre, a ello añade lo paisajístico de Garcilaso. El resultado es una poesía de amor atormentado, trágico: “Un carnívoro cuchillo/ de ala dulce y homicida/ sostiene un vuelo y un brillo/ alrededor de mi vida”.

En el libro Viento del pueblo la personalidad de Miguel Hernández cuaja, el poeta muestra su  noble sinceridad, se siente hombre del pueblo «pueblo de misma leche» dirá con fuerza expresiva en su poema. La poesía es esencia misma del pueblo, y tiene sus raíces en la tierra. El poeta interpreta ese sentimiento colectivo. Los elementos poéticos son la sangre y la boca. La sangre como vida que ofrece, la boca como la palabra en sus versos, como aliento en la lucha humana, como armas no mortíferas, sino de generosa entrega. Lo social lo vemos en poemas como el niño yuntero. La guerra y la muerte están presentes. La muerte como sufrimiento que hay que asumir, que abre la herida en el corazón humano, en aquel que queda vivo, pero herido para siempre. Pero el poeta defiende al pueblo cantando, esa es su lucha. “Vientos del pueblo me llevan/ vientos del pueblo me arrastran/ me esparcen el corazón/ y me avientan la garganta”. La palabra se libera de imágenes para expresar la cruda realidad.

En los poemas de El hombre acecha, que ya el título nos anticipa, ‘el hombre se enfrenta al hombre’. Encontramos poemas contemporáneos a la guerra, y también poemas escritos en las cárceles. La guerra había acumulado experiencias demasiado feroces, el hambre, las mutilaciones y la destrucción, a esto se une el presidio, que, en su conjunto, ensombrecen su poesía. Lo dice todo en la dedicatoria: dedico este libro a Pablo Neruda. “[…] Tú preguntas por el corazón y yo también. Mira cuántas bocas cenicientas de rencor, hambre, muerte, pálidas de no cantar, no reír, resecas de no entregarse al beso profundo”.

Cancionero y romancero de ausencias es el libro de memorias, porque se nutre de los recuerdos, es el amor de ausencia. Pero expresa las tres heridas, de la que he mencionado, la vida, el amor, la muerte, tres heridas que laceran al poeta. Pero es una misma herida, a fin de cuentas. “En el fondo del hombre, / agua removida. / En el agua más clara/ quiero ver la vida. / En el fondo del hombre, / agua removida. / En el agua más clara/ sombra sin salida”. Es un poemario donde el poeta deposita su alma. Lo construye con versos cortos, una métrica de estrofas breves y con un lirismo entrañablemente sobre acogedor. La poesía se hace palabra honda, el poeta se encuentra consigo mismo. “De aquí al cementerio, todo / es azul, dorado, límpido. / Cuatro pasos y los muertos. / Cuatro pasos y los vivos”.

Murió en la madrugada del 28 de marzo de 1942, después de tres años de persecuciones y cárceles. Murió en la prisión alicantina –en la tierra que tanto quiso– a los 32 años de edad. La primavera, recién estrenada, debió de regresar de súbito al invierno, porque algo alto y hermoso se helaba para siempre. De algún modo el paisaje se anublaría, pues como dejó escrito: “Muere un poeta y la creación se siente/ herida y moribunda en las entrañas”.

                                                                                   José Marcelo Ruiz

                           Bibliografía: Obra Poética completa Editorial Zero S.A. 1977

Este artículo se ha publicado en la revista poética-literaria AL -ALBA (nº 50) de Málaga, de la Asociación Literaria Malagueña «Ana Léon Ramos», en la primavera-verano 2022. Con motivo LXXX aniversario de la muerte del poeta Miguel Hernández Gilabert (1942-2022).

Enlace de la revista:

https://wetransfer.com/downloads/c94fe5e93593a39b9b6eae576a84a0fc20220401145406/e744d716fa00b50cfd97103806260a5020220401145517/2e9a17

Poema dedicado a Miguel Hernández:

A Miguel Hernández

          Mira, Miguel…                                                     

Mira, Miguel, escucha como brota

la voz sonora del agua.

De ese agua virginal que resquebraja la piedra.

De esa piedra, memoria del olvido.

Mira, Miguel, alarga tu mano

húndela en el vientre fecundo de la tierra.

Sentirás el palpitar de un corazón recién nacido,

el hondo quejido del olivo y la soledad de la higuera.

 Miguel, está  tu voz en ese viento,

 en ese viento que viene con aire nuevo.

De ese aire que respira el alma de un pueblo 

y trae el eco de tu palabra que se hace coro

rompiendo barrotes y fronteras.

Hasta que el hermano reconozca al hermano

como la granada muestra su fruto maduro y abierto.

Hasta que el padre joven se reconozca en su padre

como la semilla abonada conoce su destino.

Los hijos venideros sean herederos

como los árboles  sabedores de sus raíces.

Ha llegado ese nuevo día con horizonte abierto

y, mira como la conciencia se extiende,

esa que universaliza lo humano,

porque beben sediento de la fuente,

de esa fuente inagotable, donde el agua

brota de lo hondo, en donde suspira

el aliento de la vida.

                         En Orihuela, 7 de febrero 2010

                                          José Marcelo  Ruiz

Este poema dedicado a Miguel Hernández lo compuse en Orihuela 07/02/2010, lo dejé escrito en el libro de visitas de su casa natal. Que con motivo de presentar el trabajo realizado por mi colegio C.E.I.P. “Vicente Aleixandre- Torre del Mar-  en el `Abril Literario´ dedicado a Miguel Hernández por el centenario de su nacimiento, asistimos a unas Jornadas Pedagógicas en Orihuela (Alicante).

.