MARÍA ZAMBRANO: LA POESÍA Y EL POETA

Por José Marcelo Ruiz

María Zambrano fue una innovadora del pensamiento filosófico a partir de su inspiración poética, que con el método de la razón poética introduce un cambio radical en la corriente racionalista, la cual dominaba su época. El método de la razón poética se caracteriza, porque es una razón discursiva y, esto lo hace ser filosofía, pero además “poética”, lo cual implica ser un saber inspirado, fruto de una intuición y razonamiento, pero expresado bellamente. En su libro Senderos nos dice: “He tenido el proyecto de buscar los lugares decisivos del pensamiento filosófico, encontrando que la mayor parte de ellos eran revelaciones poéticas. Y al encontrar y consumirme en los lugares de la poesía me encontraba con la filosofía”.
María Zambrano, a diferencia de su maestro José Ortega y Gasset, da un paso hacia adelante, si Ortega con “la razón vital” visualiza el paisaje desde la ventana, Zambrano con “la razón poética” penetra en el bosque. Y es en Los Claros del bosque donde expresa que “el poeta ha sido siempre un ser enamorado del mundo, del cosmos, de la naturaleza y de lo divino en unidad. Y el nuevo saber fecundo sólo lo será si brota de unas entrañas enamoradas. Y sólo así habrá apaciguamiento y afán, satisfacción, comunicación afectiva de una verdad que nos haga comunes participantes, iguales, hermanos. Sólo así será de nuevo habitable”.
María como pensadora y también como poeta nos va desvelando esos espacios ocultos de la caverna, de ese interior del alma humana, del sentir del poeta. Y es en el libro Hacia un saber del alma donde nos habla del origen de la poesía, del compromiso de ser poeta. Del origen de la poesía nos dice: “Hay un libro venerable que por tantos motivos puede ser considerado el origen de la poesía: el Libro de los Muertos, de Egipto donde “la momia perfecta se presenta ante sus jueces; al final de cada examen son pronunciadas las palabras sagradas, sacramentales: «Pasa, eres puro» y le es franqueada una puerta; espacios cerrados hasta este instante, espacios de los que entra en posesión al par que de su libertad; zona de una realidad hasta entonces oculta. Vedada”. Prosigue hablándonos de “ser poeta”, que implica compromiso. Y nos dice que “poeta es el hombre devorado por la nostalgia de estos espacios, asfixiado más que ningún otro por la estrechez del que se nos da, ávido de realidad, de intimidad con todas las formas posibles”. E intuye a la poesía como método de revelación, la que, en verdad, pretende ser un conjunto para descubrir esa realidad, cuya huella enmarañada encuentra en la angustia que precede a la creación. Y nos define el perfil humano y psicológico del poeta, pero también la exigencia de compromiso que la poesía le exige. Nos desvela que “un poeta es alguien que pertenece al mundo de la fábula, de lo maravilloso. De no ser así, no es enteramente poeta, sino alguien que acierta a versificar. Poeta, es alguien que padece en su vida de hombre mortal, el peso de lo más comprometedor, la responsabilidad más exigente; la que proviene decir lo aún no dicho, de expresar lo que gemía el silencio, en las fronteras mismas de lo inefable… Condenado por Dios a ser filósofo”.
Cuando descubre al poeta, también se está descubriendo a sí misma en esa doble faceta de pensadora y de poeta. Es en su libro Islas donde nos habla del lugar de la poesía, y nos desvela, de nuevo, que “el lugar en que se adentra el poeta, es el lugar donde habita la poesía; así la poesía habitará como verdadera intermediaría entre el oscuro mundo infernal y en el de la luz, donde las formas aparecen”.

El método de la razón poética va tomando cuerpo en los asuntos humanos y divinos, además de en los libros mencionados, en Filosofía y poesía, Pensamiento y poesía, Delirio y destino, El hombre y lo divino, De la aurora…
Y como ejemplo, podemos leer en el libro Filosofía y poesía sobre la condena del poeta, la actitud del poeta ante la vida, de la rebeldía de la poesía ante la razón. Porque condenado el poeta en la caverna, no quiere salvarse: “No sólo no se conforma con las sombras de la pared cavernaria, sino que sobrepasando su condena, crea sombras nuevas y llega hablar de ellas y con ellas. Traiciona a la razón usando su vehículo: la palabra, para hacer de ella la forma de delirio. El poeta no quiere salvarse, vive en la condenación y todavía más, la extiende, la ensancha, la ahonda”.
María Zambrano nos dice que “la poesía es lo único rebelde ante la esperanza de la razón, y también es realmente el infierno. […] La poesía es embriaguez y sólo se embriaga el que está desesperado y no quiere dejar de estarlo. El que hace de su desesperación su forma de ser, su existencia. […] La poesía es la voz de la desesperación, la melancolía y el amor a lo pasajero que no quiere consolar de perderlo y de perderse”.
De la actitud del poeta ante la vida, nos dice que “el poeta tiene lo que ha buscado y más que poseer, se siente poseído. […] El poeta es fiel a lo que tiene. [ …] Y si ha ganado el poeta a través de los siglos es lucidez. […] Lucidez que hace más valiosa, más dolorosa la fidelidad a las fuerzas divinas o demoniacas- extrahumanas que le poseen, que hace más heroico su vivir errabundo y desgarbado. […] Porque todo poeta es mártir de la poesía, le entrega su vida, sin reservarse ningún ser para sí, y asiste con mayor lucidez a esa entrega”.

Textos recopilados por
José Marcelo Ruiz
(Poeta)

MARÍA ZAMBRANO
POEMAS
(Edición de Javier Sánchez Menéndez)

¿MI ALMA o un lucero?

Qué oscura galería me espera,
por qué agujeros he de deslizarme,
qué laberinto me está ya preparado,
qué cepo, qué cadenas, qué grillos,
qué humo siniestro ha de envolverme, qué
[paredes de niebla me dislocan.

Yo no podré llorar. ¿Dónde está las manos
[ que recogen el llanto?, la mano, la caricia.
Atrás queda el misterio.
Despierta. Todo está ahí de nuevo. No hay
[secreto.

(pag. 89)

DELIRIO DEL INCRÉDULO

Bajo la flor, la rama,
sobre la flor, la estrella,
bajo la estrella, el viento.
¿Y más allá? Más allá, ¿no recuerdas?, la nada,
la nada, óyelo bien, mi alma,
duérmete, aduérmete en la nada.
Si pudiera, pero hundirme…

Ceniza de aquel fuego, oquedad,
agua espesa y amarga,
el llanto hecho sudor,
la sangre que en su huida se lleva la palabra.
Y la carga vacía de un corazón sin mancha.
De verdad, ¿es que hay nada? Hay la nada.
Y que no lo recuerdes. Era tu gloria.

Más allá del recuerdo, en el olvido, escucha
en el soplo de tu aliento.
Mira en tu pupila misma, dentro,
En ese fuego que te abrasa, luz y agua.
Mas no puedo. Ojos y oídos son ventanas.
Perdido entre mismo no puedo encontrar nada.

No llego hasta la Nada.

Pag. 107

QUE TODO SE APACIGÜE COMO UNA LUZ DE ACEITE

QUE TODO se apacigüe como una luz de aceite.
Como la mar si sonríe,
Como tu rostro si de pronto olvidas.
Olvida porque yo he olvidado
ya todo. Nada sé.
Nada sé bajo tu sombra, amarilla
simiente del árbol del olvido.
Y todo volverá a ser como antes.
Antes, cuando ni tu ni yo habíamos nacido.
Pero, ¿nacimos acaso?… ¿O tal vez no?
todavía no.
Nada, todavía nada. Nunca nada.
Somos presente sin pensamientos.
Labios sin suspiros, mar sin horizontes,
como una luz de aceite se ha extendido el olvido.

Pag. 61

Este texto y poemas se ha publicado en la Antología de poetas de la Axarquía, (Ediciones Algorfa, I.S.B.N. 978-84-124832-1-5. D.L. MA 123-2022,) en el apartado Donde miramos , que se toma a María Zambrano como personalidad referente en la filosofía y en la poesía, y se le incluye en ella por haber nacido en Vélez- Málaga (Málaga).

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