El poeta,  la convivencia con la muerte. EMILIO PRADOS.

Por José MARCELO RUIZ

Cuando se habla o  se escribe sobre la muerte se evita mencionarla por su nombre, porquese tiene   respeto o bien temor de invocarla; esto hace que se recurra a eufemismo. Pero la experiencia de convivir con su presencia se convierte en un hecho vital, porque las circunstancias obligan al diálogo entre  la muerte y su interlocutor elegido.

“Y Emilio se estuvo muriendo siempre. Lo decía. Pero no fue tampoco un aprendiz de la muerte, ni alguien que se adelanta a ella por la meditación, por esa «meditación sobre la muerte » que nace propiamente de no querer morir de verdad. […]  Emilio la vivía, vivió la muerte desde muy joven, ayudado por la enfermedad que lo hizo su elegido. Mas la « Montaña Mágica». Consideraba su esencial estancia en ella – allá en  Davos Platz – porque allí comenzó a escribir poesía, dato que revela cómo su poesía nació de la presencia constante con la muerte, de su compañía”. Esta cita  que pertenece al bellísimo artículo El poeta y la muerte. Emilio Prados, de la pensadora María Zambrano, el cual está recogido en su libro España, sueño y verdad, es un ejemplo de experiencia vital.  La autora nos habla  de cómo el poeta convive con la muerte,  y del diálogo surge la hondura de su poesía y su personalidad como poeta.

La presencia de la muerte hace cuestionar la temporalidad, cada instante vivido es un segundo nacimiento, una conquista ganada a favor de la sabiduría y de la vida. Esta actitud he visto en enfermos terminales, de cómo el tiempo desaparece para volver, de nuevo, a nacer. Dar gracias por ese día que ve amanecer.

Esta actitud de conquista es un ejemplo de cómo debemos valorar la vida, aceptando el diálogo de que se vive y se muere cada instante. Pero lo importante es dejar la herencia del saber adquirido. Siendo la motivación del poeta: nacer cada día.

Emilio Prados como expresa María Zambrano en el artículo mencionado concibió la vida como una conquista: “La poesía de Emilio Prados nace de ese instante del segundo nacimiento en que el tiempo y la libertad saltan a la vez; sobrevienen como un océano en que así renacido queda depositado en el pleno misterio del nacimiento, en las aguas de la vida, en la inmensidad del tiempo. Vuelta, Tiempo son los libros iniciales de Prados donde nace de ese instante. […] Renunció a recorrer el tiempo para quedarse así, dentro de él, a riesgo de quedarse en su infinitud. Mas encontró el centro del tiempo, ese centro en que el tiempo se abre hacia dentro y hacía más allá. “¡En lo infinito, / el tiempo vive su paloma abierta/ el corazón sin nombre de su olvido!”, escribe en Circuncisión del tiempo, pasada ya más de la mitad de su vida”.

Esta motivación de  nacer cada día, le conduce a esa búsqueda de ir más allá de su nacimiento, a esa actitud de que el hombre es mendigo de su propio ser. La pensadora dice del poeta, Emilio Prados, que     “su «camino» era el de ir a hundirse hacia más allá del nacimiento; allí donde el cuerpo y el alma comienzan a separarse, a no reconocerse apenas. La memoria del olvido- Memoria del olvido- fue siendo su lugar natural, su patria verdadera, en la cual buscaba la unidad de su ser en la unidad del universo, queriendo ser por el amor en el amor, criatura de este universo en el ser. En Emilio Prados se veía como en pocos que el hombre es el mendigo de su propio ser. Mas unos mendigan para sustraer y ganar, y otros, los perfectos como Emilio, por amor que se va encendiendo a medida que se consume.”

La poesía surge en ese silencio, en esa soledad y abandono, y en este estado dialoga  el poeta con la muerte, como argumenta la pensadora: “Y desde esa hondura, desde ese silencio, su pensamiento salvaba la poesía. El poema alcanzaba a realizarse por una tensión del pensamiento. La exigencia del pensamiento ayudaba a nacer la poesía”.

La actitud ante la vida y la muerte es lo que hace definir al poeta, y  no es poeta quien sabe versificar, sino quien acepta el peso de la muerte y el compromiso de vivir la condición humana, como bien expresa María Zambrano en su libro Hacia un saber sobre el alma, donde define la personalidad del poeta, nos dice: “Poeta, es alguien que padece en su vida de hombre mortal, sujeto a todas las relatividades de la condición humana, el peso de lo más comprometedor, la responsabilidad más exigente; la que proviene de decir lo aún no dicho, de expresar lo que gemía el silencio, en las fronteras mismas de lo inefable…. Condenado por Dios a ser filósofo, dijo de sí mismo alguien que en verdad lo era”. Estas cualidades y exigencias son las que debe tener presente todo ser humano que se sienta y se precie como poeta.

Emilio Prados, como expresa María Zambrano en el mencionado artículo, fue filósofo y poeta: “Pues  que tuvo que ser filósofo para ser poeta, como hay quien tuvo que ser poeta para ser filósofo, y esta dos cosas él bien la sabía”.

Este artículo ha surgido como una lectura atenta del artículo mencionado El poeta y la muerte. Emilio Prados, de la pensadora María Zambrano, el cual está recogido en su libro España, sueño y verdad. El cual os invito a leer.

José Marcelo Ruiz

Este artículo se ha publicado en la revista LA GARBÍA de pensamiento y literatura nº 11, febrero 2022.

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